domingo, 28 de febrero de 2010

De naturaleza indómita

Ahora mismo duerme tranquilamente, siempre que su epilepsia lo deje. Me resulta algo difícil empezar a hablar de alguien con quien has compartido cada momento de tu vida. Al igual que yo nació en primavera. Era pequeño, delgado y moreno. Como siempre la vida se encarga de ponernos dificultades y a los tres años le diagnosticaron un problema en la cadera. Tanto mi madre como mi padre acudieron a todos los médicos posibles, buscando en cada uno la mejor solución para su niño. Desde ahí, mi hermano demostró ese coraje que siempre le ha caracterizado y aguantó como un campeón los dos años que tuvo que estar varado en una cama. Finalmente se recuperó y ahora es algo que se encuentra guardado en el corazón de mis padres. Más tarde le diagnosticaron epilepsia y tuvo que seguir un tratamiento. Digo tuvo y tendrá. A pesar de todo esto mi hermano nunca perdió la sonrisa. Claras son las fotos de los álbumes en las que aún estando malo, sonreía. Ha tenido una infancia bastante completa. De vez en cuando nos desvela una de sus hazañas... todos quedamos atónitos y se comenta sin más importancia el lío en el que se podría haber metido. 
Pocas veces demuestra su cariño, pero a sabiendas de que puede resultar obvio me atrevo a decir que sé que lo hay. En ocasiones se torna un tipo de persona de estos a los que yo llamo "bromistas pesados" y cuando lo hace saca de quicio a cualquiera.
Hoy saldrá del cuatro con la cara de dormido de todos los domingos y aunque a penas crucemos palabras me reconfortaré con saber que pase lo que pase siempre nos tendremos el uno al otro.

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