Y otra vez la cadencia de los días me provoca la necesidad del remanso, de acudir a refugiarme en mi mausoleo de pensamientos para calmar el ánimo. Alejarme del nefasto ruido perturbador, de las aguas turbias, del lodo pantanoso asfixiante. Me marcho, para no escuchar réplicas, para empezar los cimientos de un muro que enterrará la pestilencia y la decadencia.
Ahora no. Ahora que tengo ganas de levantarme de la cama, de sonreír por míseros detalles, de dialogar de la vida... ahora no. Ahora que la vida me empuja, y no es en contra del viento, ahora no. Lo siento pero ahora no. No quiero más afirmaciones carentes de fundamentos, no quiero un silencio perpetuo mientras se va haciendo otra cosa, no quiero unirme al vórtice de la negatividad, no quiero girarle la cabeza a la tolerancia... ahora no.
Yo, fango, y entre ambos, un muro... cada vez más alto, cada vez más infranqueable, y peor aún, cada vez más lejos.
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