Las turbulentas aguas que a ambas rodeaban hace tiempo se volvieron de un momento a otro cistalinas y mansas. Gozaban de la etapa de su relación: compenetración 100%; confianza; amistad; tiempo para ellas... Pero el verano traía consigo una sorpresa, la cual iba a ser - para una - una experiencia maravillosa y para otra una lucha contra la ausencia en el día a día.
Acostrumbadas a verse todos los días, a convivir, a disfrutar cada una de la otra, ahora debían separarse y esperar. Unos cuantos de kilómetros la separaban, pero su fuerte vínculo atravesaba mar y tierra y sus mentes no dejaban de pensar la una en la otra. Tanto es así que era irremediable a veces que la lágrima escapara cuando la aplastante realidad se cernía sobre el anhelo de verla por Jerez. Un casco blanco; el cigarro de después de comer; el beso de antes de despedirse. Más que unidas estaban fusionadas. Por ello cualquier vivencia la una sin la otra parecía quedar a la mitad.
Pero los segundos marchan, y con ellos los días - los 16 que quedaban - pasarán hasta que las dos os veáis de nuevo, os abracéis fuerte y os digaís: te he echado de menos.
Qué lindo y qué sincero... Todo se percibe con más intensidad durante la ausencia. Eso es lo positivo... lo que se aprende a valorar.
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