domingo, 18 de septiembre de 2011

Una y otra vez.


El salón estaba siniestramente alumbrado por la pequeña lámpara  que había en una mesita cerca del sofá. Sólo leyó dos páginas del libro que hacía tiempo que no leía y lo dejó de nuevo en la mesita. Posteriormente se encendió el rutinario cigarrillo de antes de dormir y bostezó largamente después de ello. Con el bosteo recordó las palabras que había casi acabado de tener antes de subir a su casa << ¿Crees que el mundo es aburrido? – A lo que ella contestó – será todo lo aburrido que tú lo quieras hacer. >> Estas palabras resonaron en su cabeza. Él no había querido hacer del mundo algo aburrido, sin embargo, en algunas ocasiones, lo era. Quizás tendría que quererlo con más fuerza, pero la fuerza no era algo que últimamente le rebosara por doquier. Realmente, no había razones de verdadero peso para sacar fuerzas, o al menos eso creía ahora.
Mientras tanto el cigarro se estaba acabando de modo que lo apagó y se fue a la cama parsimoniosamente, sin prisa pero sin pausa, pensando en algo que le hiciera sacar fuerzas para que el vivir no le resultase tan aburrido. Esa noche, encontró el sueño antes, y a la mañana siguiente todo seguía igual.

3 comentarios:

  1. Creo que cuando no hay motivos aparentes para sacar fuerzas , y uno es capaz de sacarlas, es cuando uno se quiere más a sí mismo. Y eso es suficiente para que de inmediato comiencen a aparecer razones para sacar fuerzas. Me gusta la reflexion que plantea tu texto. Un saludo!!

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  2. http://miesencia-ginebra.blogspot.com/

    Un abrazo...

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  3. LAs fuerzas, tal vez, se puedan sacar de ese deseo de sacarlas...
    el mundo puede ser mortalmente aburrido y divinamente divertido y escandalosamente bello, se trata de verlo desde la perspectiva adecuada.
    Situate en ese rincón tan lindo, miralo bien, DISFRUTA

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