Qué pocas ganas de
contar mi historia y qué ganas de vivirla, de completarla. Completar en el
sentido de añadir y no de finalizar. Parece que poco a poco, después de tantos
esfuerzos he aprendido a superar la desidia y la monotonía, eso que tanto me
perturba-ba, y era tan simple...
Siempre viviré con
la inquietud de estar haciendo algo útil, no lo puedo evitar. Aunque invierta
todo mi tiempo en intentar hacerlo siempre me quedará el resquemor de no estar
haciéndolo bien o de no estar exprimiendo todas mis facultades. A veces pienso:
¿Seré muy autoexigente? – Sin embargo otras pienso: ¿Serás imbécil? Pero la
respuesta no es otra que no preguntárselo porque preguntarse cosas que, de ante
manos, sabemos que no podemos
respondernos es inútil, es una pérdida de tiempo y es eso precisamente lo que
menos quiero perder. Mucho tiempo he pasado preguntándome y el mismo tiempo lo
he gastado en buscar respuestas. Pero ya está, no las hay. O eso o no es ahora
el momento de responderlas. Sea como sea, estoy aprendiendo a optimizar mi
tiempo, a cumplir pequeños deseos y a no quedarme anonadado en las
incongruencias de la vida.
Dar mucha
importancia a ciertas cosas es motivo a veces de abandonar otras y de entre
esas cosas que abandonamos a veces estamos nosotros mismos. Un poco de
confianza en uno mismo nunca viene mal.
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