viernes, 30 de diciembre de 2011

Desvelo

Solemne y apaciguado mi corazón cierra los ojos. Los tiene tristes, varados. Se ha dado cuenta de cuánto cuesta observar lo que se sucede alrededor: el desequilibrio de la bolsa, el inestable euro, el cambio de gobierno, el fraude electoral descarado de Putin, el fraude en general (caso Urdangarín), el Rey publica los ingresos de su familia, la miseria del 3º mundo, Uganda y su desprecio a los homosexuales, el cambio climático (2011 el año más cálido en España), los norcoreanos llorando la pérdida de su “buenísimo” dictador, el capitalismo, las nuevas tecnologías, el amor…

¿Cuánto ha de contemplar el ser humano para intuir lo más mínimamente lo que se le viene encima? Es indiscutible, a mi parecer – que es humilde, por cierto –, que algo estamos haciendo mal. Como siempre son muchos aspectos que valorar y algunos países lo harán bien en ciertos momentos y otros lo harán bien en otros, valga la redundancia. ¡Pero es que sí, algo va mal! Mi punto de vista sigue más o menos esta línea: todo aquello que te produce satisfacción, felicidad, beneplácito, orgullo (del bueno), lo que no te produce ansiedad, ni tristeza, ni sensación de fracaso es bueno. De manera que los actos que produzcan tales emociones los considero también buenos. Y no se me podrá negar que muchas de los situaciones sociales mencionadas anteriormente nos producen justo lo contrario a las emociones denominadas “”buenas”.

Entonces estamos hablando de que si las cosas van mal es porque nosotros en cualquier momento, da igual cómo sea – transcendente o no –, hacemos las cosas mal. Pues parémonos a pensar un momento: ¿Qué hacemos? Demostremos que hasta el ser humano se supera y volvámonos más civilizado de lo que ya hemos conseguido ser, replanteémonos la mejor forma de que todo el mundo pueda lo menos vivir, aprendamos idiomas y no religiones, hagamos un pacto entre los estamentos sociales esos que nos hemos inventado, reciclemos y reciclémonos, ambas cosas.

Claro que todo no puede ser resuelto de inmediato, se habrá de esperar a un futuro. ¡Por eso! Tempus fugit y a veces actuar tarde supone actuar en vano.

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