De un soplo han pasado estos tres meses. Tres meses hace de aquel día en el que escribí con tanto miedo y desatino, el desasosiego de que os fuerais. Es irremediable y lo llevo con bastante resignación.
Esos hipotéticos caminos que todos vamos recorriendo jamás serán compartidos al 100%, ni siquiera un 75 ó 50%. Habéis vuelto un par de veces y parece que cada vez que lo hacéis el tiempo desanda sus pasos y todo retorna su antigua apariencia, mas sé que no es así. Sé que debo disfrutar todo lo que pueda en cada intersección que la vida nos pone y afrontar lo que queda tras vuestra marcha, que no es poco.
Día tras día he sentido mil y una emociones, inefables todas ellas, agolpadas una tras otra, sin orden ni equilibrio. Pero ahora... ahora me enorgullezco de todo quebradero de cabeza acaecido y de toda decisión tomada, por insignificante que fuera.
Otra etapa más en mi vida, otra incierta y difusa, que no sé cuánto abarca exactamente, pero que la siento, la padezco y la vuelvo a analizar. Parece ya como algo recurrente en mi, pero no puedo evitarlo. De cada una aprendo muchísimo y salgo fortalecido. En cada una algo cambia y esta vez no digo que esos cambios hayan sido ni mejor ni peor. Tan solo han sido; ahí están ocupando una cierta parte de mis pensamientos.
Lo que realmente me parece extraordinario es la novedad. No tanto la incertidumbre que provoca, pero ahí va, formando parte de ella, en mi vida, como una sola cosa, como algo inherente.
Mis prioridades han cambiado. También lo ha hecho mi manera de afrontar los problemas y el cómo éstos me han afectado. Ha cambiado la relación con mis padres y amigos, la distribución de mi tiempo y hasta mi manera de escribir.
Ahora ni yo mismo sé a ciencia cierta algo sobre mí, porque en mi influyen circunstancias tan diversas que dependiendo del qué, del cómo, del cuándo y sobre todo del quién seré uno o seré otro. Me precipito al cambio. Antes lo hacía sin ser consciente, una vez tuve conciencia, siendo reacio, y ahora... precisamente ahora, aún siendo consciente lo asumo y lo disfruto.
Aún conociendo todo el sacrificio que supone, no se me puede apartar la idea de que siempre merecerá la pena. Que dejaremos atrás miles de cosas, decenas de personas, pero aparecerán otras miles y otras cientos, pues "la vida se va destruyendo por un lado y creando por otro", es así, no tiene más. Y nuestro papel en ella es, en base a lo que nos viene "de fábrica" y lo que interiorizamos de manera exógena, ir amoldándonos en un incesante juego camaleónico. La adaptación al cambio ha sido y será el motivo por el que nos mantuvimos como animales en el pasado, y nos mantenemos como seres sociales en este mismo presente.
A un ritmo frenético voy descargando mi cabeza sobre el papel. No sé por qué he tenido siempre ese concepto de descargar, si todo lo que voy poniendo aquí lo almaceno en mi cabeza. Pero en fin, qué frenesí.
Cuántos errores cometidos como consecuencia del frenesí. Y ya que piense cada uno en lo que hizo o lo que no hizo. Sorprende cómo pueden llegar a afectarte, a distintos niveles, los errores de otros. Tantos son dichos niveles que uno ya no atina a saber cuál fue el último antes del derrumbamiento.
Esta etapa en la que ahora me encuentro ha traído consigo el mayor derrumbamiento de lo que yo creía más asentando en mi vida. Pero como dije una vez y digo siempre, contra la erosión podemos luchar, pero hay que tener ganas de hacerlo, por que es lista y en cuanto nos descuidamos, aprovecha para ejercer su destructora acción. Algo se truncó en el transcurso de este jodido tiempo y aunque todavía es pronto para sentenciar nada yo creo tenerlo aceptado... y cada vez más.
Mis fuerzas están repartidas, bifurcadas en muchas vertientes y cada una de ellas continuará portando el mismo caudal de agua.